Durante la Segunda Guerra Mundial, un científico ruso exiliado en EEUU
desarrolló una tecnología capaz de decidir muchas batallas. Era un
sencillo instrumento que, instalado en aviones, era capaz de detectar
bajo el agua el campo magnético que genera la imponente mole de hierro
de un submarino alemán, invisible a simple vista. Setenta años después,
en completo son de paz, un instrumento similar va a servir para explicar
un fenómeno que afecta a todos los habitantes de la Tierra y que
depende de una masa de hierro millones de veces más grande que un
submarino nazi, pero igual de invisible a simple vista: el núcleo de la
Tierra.
El nuevo instrumento, una versión mejorada del magnetómetro que usó
aquel científico ruso (se llamaba Victor Vacquier), es la pieza clave de
la misión espacial Swarm,lanzada desde el
cosmódromo de Plesetsk, en Rusia. El lanzamiento del
Swarm, enjambre en inglés, es un grupo de tres satélites de la Agencia
Espacial Europea que se pondrán en órbita de forma simultánea y que
medirán con una precisión no alcanzada hasta ahora el campo magnético
generado por esa descomunal mole de hierro que hay en el centro de la
Tierra.
Por ahora, la mejor manera de saber qué hay ahí abajo es viajar al espacio. Los intentos de cavar un pozo lo suficientemente profundo para atravesar la corteza se han quedado a una profundidad de 12 kilómetros. Los instrumentos de Swarm intentarán medir fenómenos que suceden a más de 3.000 kilómetros de profundidad. Se piensa que en esa zona del núcleo de la Tierra hay un océano de hierro fundido a más de 4.000 grados y tan grande como Marte. Al girar, este océano infernal funciona como un enorme imán con forma de barra cuyos polos norte y sur quedarían cerca de los polos geográficos. Este imán genera la magnetosfera, una descomunal burbuja protectora que llega hasta decenas de miles de kilómetros sobre nuestras cabezas y mantiene a raya las partículas llegadas del espacio a altas energías.
“En los últimos 150 años, el campo magnético ha perdido un 15% de potencia”
El principal objetivo de los tres satélites lanzados al espacio es saber por qué. En primer lugar, la misión medirá el campo magnético que se genera en el núcleo exterior de la Tierra, que aporta el 99% de todo el campo magnético del planeta. El debilitamiento de este campo deja a la Tierra un poco más expuesta al bombardeo de partículas originadas en el Sol.
Los tres satélites de Swarm, que parecen tres gambas robóticas de nueve
metros de largo con placas solares a las espaldas, serán los primeros en
aportar un mapa en 3D de los campos magnéticos que hay en la corteza
terrestre. Estos los generan los propios minerales y esos mapas pueden
destapar la existencia de nuevas reservas de minerales o de petróleo.
Por otra parte, para analizar la influencia del Sol sobre la Tierra,
Swarm medirá las corrientes eléctricas en la magnetosfera y en la
ionosfera, así como el impacto del viento solar sobre la atmósfera
superior.
Los datos de las naves llegarán a la estación de seguimiento de Kiruna
(Suecia), pero la misión se controlará desde el Centro Europeo de
Operaciones Espaciales (ESOC) que la ESA tiene en Darmstadt (Alemania).
Los datos científicos se procesarán, distribuirán y archivarán en el
Centro para la Observación de la Tierra (ESRIN) de la ESA en Frascati
(Italia).
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